El concepto de Región, un trabajo que enmarca tesis fundamentales
JUAN
JOSÉ PALACIOS L.
Economista mexicano.
Cursa el doctorado en
Planificación Regional en la Universidad de
Cornell.
Revista Interamericana de Planificación No. 66. Junio de 1983. SIAP, México, D. F. Pág. 56-68
EL CONCEPTO DE REGIÓN:
La
dimensión espacial de los procesos sociales
Fuente: http://www.gimnasiovirtual.edu.co/mdc/contenidos_miami/7_sociales/unidad_3/9.html
1. Sobre la noción del
espacio.
Antes
de proceder al análisis de distintas contribuciones al estudio del concepto
región, es indispensable hacer algunas precisiones en torno a la noción de
espacio a fin de no caer en el vicio simplista de usar los términos sin una
idea clara de su significado, únicamente para llenar huecos y darle oportunidad
al discurso. La intención se debe también a que esta noción constituye el
elemento central en el presente trabajo, sin cuya comprensión será imposible
una correcta discusión del concepto que nos ocupa.
La
noción de espacio más generalizada y simple que existe, es la de algo vacío; es
decir, un recipiente que puede ser llenado o vaciado introduciendo o retirando
objetos reales, algo que es susceptible de ocuparse o ser desocupado. Esta es
la idea de la generalidad de las personas comunes invocan al utilizar el vocablo “espacio” en
su lenguaje. Expresiones como “Hay espacio suficiente para dos coches”, lo certifican, Esto es lo que Alain Lipietz
denomina “la concepción empirista del espacio”.[1]
Esta
confusión conceptual no sólo se encuentra en el lenguaje cotidiano, sino que
aparece igualmente en elaboraciones teóricas contenidas en la literatura sobre
cuestiones urbano-regionales; sobre todo, las provenientes de autores de
vocación neoclásica.
El
riesgo que se corre al postular esta concepción de “espacio”, es el llegar a
imaginar que los objetos del mundo real pueden existir “fuera” del espacio, en
tanto éste es considerado como continente vacío de acuerdo a la noción
desarrollada por Newton en el siglo XVII. Es decir, puede caerse en la idea
equivocada de que es posible la existencia de lo real en una extraña dimensión
de lo extra-espacial.
El
espacio no existe por sí solo, como algo distinto de lo corpóreo real. Es más
bien condición de existencia de lo real. Al igual que el tiempo es dimensión de
las cosas y los procesos que se dan en el mundo material. No puede concebirse
que un objeto sólo exista en el tiempo haciendo abstracción de su condición de
ente físico y del lugar en donde tiene lugar su existencia. No podemos concertar
una cita estableciendo solamente la hora. Así pues es imposible que los objetos
reales existan más allá de esa dimensión fuera o al lado del espacio.
En
esta forma, quedan descartados todos aquellos intentos por otorgarle al espacio
una existencia propia que a su vez conduce a concebirlo como un objeto físico
con forma y extensión; es decir, como algo susceptible de substancializarse[2].
Esta especificación nos permitirá estar prevenidos contra expresiones que
hablen de “la producción del espacio” o similares.
En
suma, pues, debe distinguirse entre “espacio” y “vacío”, a fin de entender esto
último como lo contrario a la existencia de lo corpóreo-real, de lo cual
conocemos una noción que se desarrolla a partir de la existencia misma de la
materia que es real e independiente de
la conciencia humana.
Otra
precisión que debe hacerse es la referida a la relación entre espacio y
territorio.
Quedó
establecido que el espacio es una dimensión de la realidad material y no otra
realidad distinta en donde puedan inscribirse objetos y procesos. Por otro
lado, se tiene que la existencia humana y los procesos biológicos (la vida) se
dan sobre la superficie terrestre. Hombre y naturaleza representan la realidad
tangible que conocemos. Al establecerse
la necesaria interrelación entre
ambos, el primero va transformando el
medio físico que lo rodea, adaptándolo para satisfacer cada vez mejor sus múltiples y complejas necesidades. Este proceso de
adaptación va generando ciertas configuraciones que son el reflejo en el territorio de la forma en que
el proceso ha adoptado de acuerdo a las motivaciones de los hombres que lo han
llevado a cabo. En tanto, materia, hombres y territorio tienen una dimensión
espacial; su existencia es imposible sin esta dimensión o más allá de ella. Sin
embargo, es frecuente encontrar que se identifica equivocadamente a ciertas
porciones d territorio con la noción de espacio al usar expresiones como
“espacio económico”, “espacio político”, etc. Esto nos lleva nuevamente a la
confusión ya discutida de concebir el
espacio empíricamente, como una realidad preexistente, donde vienen a
inscribirse los procesos del mundo material.
La
superficie terrestre no es espacio, sino un objeto concreto con las mismas
dimensiones de cualquier otro objeto físico: la temporal y la espacial. Por lo
tanto, aquellas expresiones son impropias en cuanto al rigor conceptual, ya que
es preciso distinguir entre espacio y territorio, no como instancias
comparables, sino como dimensión y objeto del cual es dimensión, respectivamente.
Por
último es necesario establecer claramente la diferencia entre espacio y
espacialidad a efecto de evitar otra vez las confusiones en las que más
fácilmente puede caerse. La espacialidad se refiere concretamente a las
características de todo lo que existe materialmente. A diferencia del espacio,
es una propiedad de los objetos reales en tanto entes físicos, el tamaño, la
forma, la posición, la dirección y el movimiento, son los elementos que
determinan su espacialidad[3],
sin embargo cabe señalar que, de acuerdo al tipo de fenómeno estudiado, las
leyes que regulan la espacialidad serán distintas. Así, no se puede entender la
espacialidad de un fenómeno biológico, solamente a partir de leyes físicas: la
circulación sanguínea mediante la ley de
la gravitación.
En
cuanto a los procesos sociales, debe indicarse que su desarrollo tiene
lugar sobre la base de objetos físicos
de existencia material; es decir, que no pueden darse en abstracto: no tendría
sentido hablar de migraciones internas en ausencia de los desplazamientos
físicos ni tendría sentido hablar de migraciones internas en ausencia de los desplazamientos
físicos de las personas. Sin embargo, no por eso debe pensarse que la
especialidad de los fenómenos sociales sea la misma que la de los fenómenos físicos. Más bien debe señalarse que lo
social no puede existir independientemente de lo físico. Por otra parte es
menester que se entienda que la espacialidad de los procesos y objetos sociales solo podrá ser entendida a
partir de las leyes que gobiernan socialmente., aún cuando allí esté implícita
la espacialidad física de los mismos. Esto quedará ilustrado al citar el
siguiente ejemplo: la movilidad del capital de un sistema económico, está
determinada, en primera instancia, por las leyes físicas que regulan la
posición, forma y movimiento de máquinas y edificios como objetos concretos;
para su desplazamiento y localización, se consideran su peso, las dificultades
para transportarlos y su volumen. Sin embargo, estos factores no constituyen las
determinaciones finales y únicas para su movilidad sobre el territorio de un
país, ya que si bien son cuerpos de existencia material, también son objetos de
significación social, y su ubicación y movimiento, por lo tanto, responderán a
la lógica del sistema capitalista de producción, la cual dictará que el capital
tienda a concentrarse en el territorio. De aquí que las aglomeraciones urbanas
no sean sólo el resultado crudo de la atracción de masas por un solo polo hacia
el que converge un campo de fuerzas en dirección centrípeta.
En
síntesis, para un cabal entendimiento de la problemática regional y del
concepto de región, debe entenderse que el espacio no es un recipiente que pueda llenarse o vaciarse con
los objetos y relaciones del mundo material, sino que es dimensión y condición
primaria de su existencia. No debe confundirse por lo tanto, con territorio o
superficie terrestre, ya que, incluso éstos, tienen una dimensión espacial.
Sobre esta superficie es donde se desarrollan los procesos naturales y los
fenómenos sociales. Toda la diferenciación que se haga de las distintas partes
de un territorio, tendrá que hacerse a partir de dichos procesos o en
referencia a aspectos determinados de los mismos. La dimensión espacial se
manifiesta, por lo tanto, desde el momento que se reconoce la existencia de lo
real.
2. El concepto de región.
En
general, puede decirse que el término región comporta dos significados
fundamentales. El primero, hace referencia a la noción abstracta de un ámbito
en cuyo interior se cumplen ciertos requisitos de semejanza u homogeneidad, ya
sea que éste se conciba en el mundo material que conocemos o hasta en cualquier
lugar del universo. Incluso, la amplitud de esta acepción permite aplicarla hasta en la esfera del
pensamiento humano o del pensamiento filosófico, como una figura mental. Así
podemos usar expresiones que van desde “región ganadera”, “región cardiaca” en
anatomía, “región convexa” como en programación lineal, hasta “región
galáctica”, región del pensamiento o incluso región epistemológica.
El segundo significado se inscribe en el nivel más
reducido de generalidad para denominar ámbitos concretos de la realidad física
y sus elementos. Concretamente aquí el término se utiliza para identificar
porciones determinadas de la superficie terrestre, definidas a partir de
criterios específicos y objetivos preconcebidos, los cuales pueden provenir de
las ciencias naturales o de las ciencias sociales. Menciono esta dicotomía para
aclarar que las diferentes partes de un territorio pueden diferenciarse en
función exclusivamente de factores naturales o geográficos, o con arreglo a
determinaciones sociales: una región tiene sentido y existencia sólo cuando a
ella se asienta un conglomerado humano que es el que le otorga forma y extensión.
Con apego a estas precisiones, es el propósito de este
apartado es examinar el concepto de región desde la perspectiva de las ciencias
sociales, a fin de esclarecer su contenido y situarlo en el lugar que le
corresponde entre las diversas acepciones del término.
En este campo, se han desarrollado múltiples debates y
controversias entre estudiosos de distintas disciplinas, sin que se haya
llegado a ningún acuerdo. En mi punto de vista, creo que esto ha obedecido a
que lo que se pretende es llegar a definir un concepto de validez universal que
pueda ser aplicado en cualquier contexto. De estas confrontaciones han surgido
intentos de conceptualización que buscan
clasificar genéricamente los criterios de fragmentación de un territorio dado
y/o de establecer los límites de las parcelas así definidas. En todos estos
casos se invoca la acepción abstracta del término y se le asignan distintos
contenidos para diferenciar determinadas partes de la superficie terrestre.
Como resultados de estos esfuerzas teóricos, se ha llegado a postular un buen
número de “tipos” de región que en rigor responden a los objetivos e intereses
particulares de quienes los han propuesto, según la disciplina desde la cual se
haga la formulación. Así podemos observar que para un geógrafo, una región
puede ser desde un subcontinente, una cierta zona en el polo sur, o hasta el
distrito industrial de una ciudad. En cambio, para un planificador regional, el
término sólo es aplicable a áreas mayores que una ciudad dentro de un ámbito
nacional, es decir, a lo que Luis Unikel denominaba un “espacio supraurbano”[4].
Aún más para un economista neoclásico, una región equivaldría a un área de
mercado.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias de enfoque,
desde hace ya varios lustros se llegó a conocer la necesidad de la
interdisciplina para abordar el estudio de los fenómenos sociales en su
dimensión espacial. El desarrollo de la llamada “Ciencia Regional” primeramente
concebida por Walter Isard, consolidó esta tendencia a fines de los 50s. Se
trata de un cuerpo conceptual que intenta ser una síntesis teórica de los
segmentos de las distintas disciplinas que convergen en el estudio de los
procesos sociales que tienen lugar en áreas específicas, de alguna manera
definidas como regiones. Tuvo su origen en el seno de una corriente de la más
pura tradición neoclásica siendo sus actores predominantemente anglosajones
tratando deliberadamente de elaborar un discurso puramente científico y
neutral, los científicos regionales se han dedicado a desarrollar técnicas y
modelos cuantitativos y a aplicarlos a
lo que sucede en las regiones , haciendo abstracción del contexto social donde
se hace el análisis, así como del momento histórico, la atmósfera ideológica,
la estructura política y el grupo étnico de que se trate. Como veremos más
adelante, esta tarea está siendo acometida por estudiosos de países
latinoamericanos, así como la necesidad de teorías propias que reflejen la
realidad de sus problemas y aspiraciones.
En las páginas siguientes, intentaré hacer una revisión
crítica de las principales contribuciones al estudio del concepto de región,
con el propósito de dar un paso más para su establecimiento. Para ello, me
permitiré dividirlas en dos grupos fundamentales: el primero incluye todas las
formulaciones que denominaré convencionales, cuyo rasgo característico es el de
hacer abstracción de toda consideración histórico social y así postular
conceptos que se pretende sean universales. El segundo, agrupa a aquellas
elaboraciones cuyo punto de partida es precisamente el reconocimiento de la
vigencia de un sistema social históricamente determinado, el cual da origen a
toda concepción regional en la medida en que sostiene que la ocupación de un
territorio está condicionada por el tipo de relaciones sociales prevalecientes
entre los grupos humanos que se asientan en determinadas partes del continuo
geográfico.
3. Las concepciones
convencionales
3.1 Los espacios
abstractos (La Escuela Francesa)
Los tipos de región más ampliamente conocidos y a los
que se les ha atribuido un significativo grado de generalidad, son, sin duda,
los derivados de las elaboraciones teóricas de Francois Perroux y Jacques
Boudeville. En un trabajo seminal[5],
Perroux postuló que el espacio podía concebirse como: a) definido por un plan,
b) un campo de fuerzas, o c) un agregado homogéneo. Sin embargo cabe aclararse
que estas acciones no se refieren a criterios de división territorial, ya que el enfoque de este actor era puramente
funcional. Fue Boudeville quien, posteriormente, en el curso de sus esfuerzos
de darle un contenido geográfico a las naciones abstractas, tanto de espacios
como de polos de crecimiento, concebidas por Perroux de manera ambigua y
carente de claridad conceptual, formuló tres tipos genéricos de región que
corresponden respectivamente a los espacios perrouxianos: región plan o
programa, región polarizada y región homogénea.[6]
Tal vez por esa estrecha correspondencia entre ambas
formulaciones, se ha desarrollado una notable confusión conceptual que ha
llevado a utilizar el término espacio para denotar formas de diferenciación de
territorio: el espacio como vocablo o como categoría de lo real. Dicho de otra
manera, esto significa que el concepto de espacio se ha hecho equivalente al de
región, al proyectarlo en el plano de la superficie geográfica, o más bien, al
confundirlo con ésta última.
De cualquier manera el trabajo de Perroux y Boudeville
ha ejercido una influencia definitiva al grado que, para muchos autores, agota enteramente la discusión sobre el concepto de región toda vez que los
conceptos que proponen logran comprender todas las posiciones variantes que en torno a ellos se pueden
formular. De manera resumida, estos tres tipos de región pueden definirse, de
acuerdo alas elaboraciones posteriores más conocidas, como sigue:
a) Región homogénea: unidad territorial definida mediante
un factor único de diferenciación, ya sea social, físico, climatológico o
político. La diferenciación o dispersión de sus elementos en su interior, será
menor que la que se de entre las diferentes regiones que se definan. Desde el
punto de vista económico, una región así definida se concibe como un todo
diferenciado que se desarrolla y declina de manera uniforme es el concepto
usado en macroeconomía regional, con base en el cual se reduce a escala
regional problemas de crecimiento, determinación de la renta y cambios a corto
y a largo plazo, asumiendo valores constantes de esas variables en toda la
región.
b) Región polarizada: denominada también nodal, hace
referencia a unidades territoriales definidas a partir de la interdependencia funcional y de la densidad de flujos entre
sus elementos sin que puedan establecerse para la misma límites de precios. Su
característica es la interacción entre grupos centrales y áreas satélites. El sistema se organiza en
torno a un polo central con el cual todos sus elementos se relacionan más
intensamente que otros ubicados fuera del ámbito nodal. En la práctica este
tipo de región se refiere a una ciudad y su área territorial de influencia:
ésta es el ámbito de mercado para la producción de la primera y, a la vez, zona
de abastecimiento para su demanda de insumos. Esta relación centro-periferia se
amplía a escala nacional para comprender a la que se establece entre el polo
dominante y el resto del territorio, ya que las diferentes regiones definidas
para un país dado, se organiza jerárquicamente en torno al nodo más importante
que, en el Tercer Mundo, casi siempre corresponderá a la capital nacional. Como
podrá apreciarse, este esquema representa la contraparte francesa de la teoría
del lugar central, desarrollada por la escuela alemana de Christaller y Lösch,
en cuanto hace el carácter jerárquico de la organización territorial de un
sistema económico nacional que ambas proponen.
c) Región plan o programa es aquella que se define en
función de criterios y objetivos específicos de política económica para
alcanzar el máximo de eficiencia en la implementación de programas y
estrategias. Su determinación es, por lo tanto, totalmente arbitraria pues
generalmente se busca coherencia administrativa o congruencia entre el área a
considerar y la estructura institucional disponible para llevar a cabo los planes.
Aún cuando cada uno de estos tipos responde a fines
específicos, los tres comparten la característica común de corresponder a
secciones territoriales diferenciadas en virtud de algún elemento o condición
que se cumplen en su interior. Es decir, áreas cuya identidad está determinada
por algún factor o criterio único que les confiere cierto grado de homogeneidad
suficiente que pueda distinguirse de otras áreas del continuo geográfico. La
generosidad que han alcanzado, se debe a su carácter ahistórico, aideológico y
neutral, respecto de la realidad social en que cualquiera de los tres tipos de región se inscriba. Así,
estos criterios pueden aplicarse a la Inglaterra del siglo XIX, o la Bolivia de 1980.
Con base a estas tres denominaciones, se han elaborado
otras de alcance más limitado o específico que vienen a ser más bien variantes
concebidas para servir a determinados propósitos de los distintos discursos
teóricos. Este es el caso de los tipos de región propuestos para fines de
planificación o para el desarrollo de actividades en jurisdicciones
subnacionales.
3.2 La región económica
(La Escuela Alemana)
La
aportación de esta corriente del pensamiento al estudio del concepto región, se
deriva de los trabajos de Walter Christaller y August Lösch al formular la
llamada Teoría del Lugar Central dentro de sus esfuerzos por descubrir las
leyes y mecanismos que regían el orden territorial de los fenómenos económicos.
Para este fin, concibieron la realidad
geográfica como un espacio euclidiano, bidimensional, lo que les permitió hacer
uso de fórmulas espaciales abstractas contra las cuales referir esa realidad,
llegando, incluso, a postularlas como el ideal al que deberían tender las
configuraciones territoriales a toda organización social.
Para Lösch , las regiones definidas geográfica o
culturalmente, así como los territorios de los estados-nación creados por
razones políticas eran agregados
artificiales determinados arbitraria y accidentalmente. Su intención, por lo
tanto, fue proponer un nuevo concepto que superará esas limitaciones y
permitirá concebir un “orden espacial de cosas más natural y duradero”[7].
Esta es la noción de la región económica en oposición a las regiones
culturales, geográficas o políticas, de las cuales pretendió que fuera no una
variante sino algo equivalente. Este concepto corresponde a la idea de definir
una región a partir de la forma como las actividades productivas están
distribuidas sobre el territorio, y los procesos económicos tiene lugar tomando
en cuenta la fricción de la distancia. Se concibe así a aquella como una unidad
económica independiente y autosuficiente integrada por la agregación de las
áreas de mercado de los distintos productos. Estas áreas tendrán una forma
hexagonal para cada producto, por ser ésta la que le permite minimizar la
distancia total entre puntos de consumo y producción y maximizar el número de
demandantes del producto por unidad de superficie. Esto, bajo el supuesto de
una superficie isotrópica y una
distribución uniforme de recursos y población.
En realidad, como el mismo Lösch lo expresó, se trata
de una región ideal concebida como un recurso teórico indispensable, según él
para identificar las regiones del mundo real y entender su naturaleza y
estructura esencial, bajo la condición de aceptar supuestos altamente
restrictivos. Cada unidad productiva tendrá un área de mercado en forma de
hexágono dentro de la cual toda la población residente consumirá sus productos,
ya que cualquiera otra unidad productiva estará a mayor distancia; estas áreas
de mercado serán del mismo tamaño para un mismo producto y se agregarán para
formar redes; habrá otras áreas de
mercado para otros productos que serán mayores o menores, las cuales se
superpondrán unas a otras, yendo desde las muy chicas hasta las muy grandes; en
ordenarlas en torno a un centro de producción común a todas (el lugar de mayor
centralidad) y rotándolas alrededor de éste, se logrará un sistema óptimo e el
que cada lugar tendrá acceso a todos los productos y se podrá establecer las
mejores líneas de transportación . Ésta es lo que Lósch llamó la región
económica ideal.
3.3 La región productiva (La teoría de la base económica)
Esta
noción de la base económica, se inscribe dentro de las Teorías del Crecimiento
Económico Regional que se han discutido desde hace tres décadas dentro de la
doctrina neoclásica, para entender las causas que determinan el progreso o el
estancamiento de las regiones. Su parte de que la idea de que la superficie
terrestre está diferenciada en función de la dotación de recursos naturales, lo
cual da lugar a una división territorial del trabajo como consecuencia de que
cada área se especializa en la producción de aquellos bienes que sus recursos
permite. Así, se enfatiza en el hecho de que ninguna región es autosuficiente,
por lo que el intercambio y comercio entre regiones, representará la condición
necesaria para su existencia.
El crecimiento de una región dependerá de su capacidad
productiva en general y de sus posibilidades de exportación en particular. Si
su producción se restringiera a las necesidades de consumo local, el
crecimiento sería lento, dado el carácter circular del proceso. Solo cuando se
rompe este círculo y pueden lograrse excedentes exportables, podrá establecerse
una expansión autosostenida, ya que al venderse las exportaciones a agentes
cuyos ingresos fueron obtenidos en otras regiones, se hará posible un influjo
monetario neto para pagar las importaciones y se instalará lo que Myrdal llamó
un proceso de causación circular acumulativa.
Toda la estructura productiva del área se organizará
en torno a las actividades de exportación que, por eso, se denominan básicas;
se desarrollarán industrias complementarias y servicios de apoyo generando
economías externas que se aprovecharán para mejorar la posición competitiva de
los productos regionales, al reducir su costo. La región se comportará como un
todo homogéneo y coherente cuya identidad estará determinada por sus
actividades económicas para la exportación; es decir por su base económica.
A partir de estos razonamientos se propone una
redefinición del concepto de región señalando que el elemento unificador que ha
cohesión a una región más allá y por encima de sus irregularidades geográficas,
en su desarrollo alrededor de una base económica común[8].
Esta circunstancia es la que hace que las fortunas y las voluntades de los
habitantes del área se unan en esfuerzos políticos comunes y la economía
regional de integre bajo objetivos comunes de desarrollo.
4.
Las concepciones avanzadas
4.1 La región espacial
(la teoría de Coraggio)
Haciendo
un reconocimiento explícito y exhaustivo de las relaciones entre formas
espaciales y procesos sociales, y asimismo una clara especificación del
concepto espacio, este autor parte de la noción de “ámbito” de una relación,
para llegar a un concepto de región que incorpora consideraciones de la
realidad social y material, es decir, de los diversos ordenes del ser. Define
como ámbito territorial de una relación social, al “segmento de territorio que
incluye la localización de los agentes y medios directamente acoplados por la
relación, así como los senderos de los flujos materiales que la realizan”[9].
Añadiendo que pueden identificarse áreas de homogeneidad relativa, lleva a
definir la región como un ámbito o área de homogeneidad territorial, definida a
partir del dominio particular de una relación de acoplamiento o de semejanza.[10]
El verdadero concepto que postula, hace referencia a
porciones del territorio como lugar o escenario
en donde se ubican procesos y relaciones sociales, así como elementos y
procesos naturales, los cuales al estar indisolublemente articulados, conforman
lo que se denomina complejo social-natural. Esta articulación entre lo social y
lo natural se da a través de procesos ecológicos y biológicos (metabolismo,
etc.) cuyo desarrollo indica la estrecha interrelación entre ambos ordenes del
ser y deja en claro que no se trata entre una relación entre objetos o
entidades distintas que pueden concebirse separadamente. La región viene a ser
ámbito donde se aloja esta colectividad diversa pero coherente. Su tamaño,
forma, localización, etc., responderán a la lógica de los procesos sociales, de
la que también se deriva el tipo de organización espacial y las formas de
apropiación del territorio. Es decir, que una
región es la forma espacial de un subsistema social históricamente determinado,
entendiendo como forma espacial a una configuración territorial cuya lógica
puede entenderse a partir de un proceso social concreto que acusa regularidad y
recurrencia.
Cabe
destacar que Coraggio distingue entre este concepto de región y el de
regionalización, el cual subdivide entre regionalización objetiva y regionalización
subjetiva. La primera, se refiere a la inscripción en el territorio de un
proceso, relación o fenómeno dados; mientras que la segunda, es el conocido
procedimiento de identificar regiones con base en ciertos criterios y bajo
objetivos específicos (como el caso de la planificación). Así, un fenómeno
estará objetivamente regionalizado, cuando su organización espacial
correspondiente esté identificada en ámbitos o áreas definidas de homogeneidad
territorial. Es decir, que la regionalización de ese fenómeno es su forma
espacial.
Los temas que
señala para el análisis de la problemática regional, incluyen el estudio de los
ámbitos de acumulación mercantil y los ámbitos de explotación. Asimismo, señala
la organización territorial de la reproducción de la fuerza de trabajo, la
regionalización de la reproducción del capital social, y la regionalización de
los procesos políticos e ideológicos de dominación.
4.2 La región integral (La Escuela Argentina)
Está
representada aquí por el trabajo de Rofman, quién después de hacer una crítica
sistemática a las acepciones convencionales del término región, que la definen
a partir de un solo elemento o factor, o la consideran haciendo abstracción del
sistema económico social en el que se inscribe como un todo indiferenciado
internamente en cuan a estructura social y política, se emprende la elaboración
de un nuevo concepto de carácter integral. El punto de partida es el
reconocimiento de que cada sociedad organiza su espacio y le imprime una forma
específica de configuración[11].
Se apela, además, al concepto de formación social como algo históricamente
determinado y, como éste suele aplicarse a comunidades nacionales, se establece
que cualquier sistema subnacional compartirá los rasgos esenciales
característicos del sistema nacional. De esta manera, los diferentes
subsistemas o regiones se diferenciarán por el tipo de variante que acusen de
la formación social en cuestión, pero, a su vez, se considerarán como
formaciones sociales propias, cuyas características estarán acordes con el
modelo nacional.
Este concepto
integral de región, se postula como capaz de dar cuenta de cuestiones
fundamentales como: el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas
regionales; las relaciones de producción; las formas de organización y el nivel
tecnológico de la economía; el grado de concentración económica y los módulos
de distribución del ingreso; y el modelo de producción dominante, los modos
subordinados, las formas de coexistencia entre los mismos y la estructura
política.
La relación
que se establezca entre la formación social regional y la nacional, surge como
aspecto esencial de toda la argumentación, ya que la manera en que se
articulen, dependerá del grado de autonomía de la primera respecto de la
segunda y, en el sentido contrario, la intensidad con que influirán
regionalmente los fenómenos y cambios que se desarrollen a nivel nacional e
internacional. Dicha forma de articulación se conocerá mediante un análisis
detallado de las características particulares de cada región que no sean
propias del sistema nacional, en cuanto al sistema productivo, la estructura
social y la estructura jurídico institucional.
4.5 La región histórica
Esta última
contribución que he considerado, se desprende de un trabajo de dos
historiadores mexicanos[12],
que buscan explicar la organización territorial y la estructura regional de
México a través del examen de los procesos históricos subyacentes que
conformaron a las regiones actuales.
Estos autores
dirigen su análisis a las fuerzas económicas, sociales y políticas que
determinaron la forma y el carácter de las regiones a través del tiempo, bajo
la acción de los esquemas de dominación que se sucedieron en sus distintos
momentos históricos. Es decir, hacen énfasis en la formación histórica de las
regiones.
Con esta
concepción, intentan superar las limitaciones de los estudios regionales que
únicamente consideran la singularidad y características de las regiones, tal
como aparecen en el presente y, además, se las considera como entidades
autónomas separadas o separables de sistema nacional del que forman parte, el
cual llega así a concebirse como la suma de sus regiones. En este sentido,
precisan que el proceso histórico regional no es sino reflejo y consecuencia de
los procesos generales que afectaron a la historia del país: la verdadera
peculiaridad de una región se conocerá sólo al considerarla en su contexto
nacional y su dimensión histórica.
Para
caracterizar o diferenciar a una región, identifican la formación económico
social que allí se asienta, considerándola como unidad histórica y reconociendo
que la misma es el resultado de relaciones históricas y sociales más amplias
que le dieron origen y cuyo predominio se extiende más allá de los confines
regionales.
En síntesis,
la región se conceptúa como un espacio históricamente constituido que es
producto de las relaciones sociales y de patrones de dominación imperantes en
las sucesivas etapas históricas de su desarrollo.
5. Evaluación
Al iniciar el
apartado anterior, señalaba la necesidad de distinguir entre la noción
abstracta y general de región y el concepto más concreto que hace referencia a
formas de parcelación de un territorio dado, como un caso especial de la
primera. Con esto, lo que pretendo realmente es destacar aquí la diferencia
fundamental que advierto entre lo que es el término en si y los que viene a
constituir el concepto de región en ciencias sociales. La relevancia que le
atribuyo a esto, se deriva de que dicha definición sea tal vez la fuente de
gran parte de las confusiones en torno al significado de esta noción sencilla y
a la ve compleja. El término como tal, sin caer en complicaciones semánticas,
no es sino un recipiente neutral susceptible de llenarse con contenidos
diversos que vienen a ser, en este caso, las distintas connotaciones de la idea
de región a que se ha llegado en los diferentes campos del conocimiento humano.
El significado genérico del término mismo, es lo que corresponde a la noción
abstracta a que he hecho referencia, en el sentido de que sugiere la idea de un
ámbito de cualquier índole, capaz de diferenciarse de otros similares en los
diversos ordenes del ser. Es esta idea, esta noción, la que se aplica
indiscriminada y superficialmente en todos los contextos, confundiéndola con
conceptos que son casos específicos de la misma, como los usados para designar
partes de un territorio al proyectarlas contra el plano geográfico. Es decir,
el término constituye el vocablo con el que se expresa el concepto de región y
cuyo significado corresponde a la aceptación más general de este último.
Este
razonamiento pone de manifiesto el hecho e que en las llamadas concepciones
convencionales lo que se discute en realidad son las distintas formas o
criterios para caracterizar a las varias partes de un territorio, mas no el
significado del término región. En todos estos casos, se da por hecho que
existe acuerdo al respecto y se utiliza a este significado como sustantivo a
ser calificado por distintos adjetivos (región polarizada, económica,
homogénea, etc.). Esto, claro está, no implica que por esta razón esos
esfuerzos teóricos sean irrelevantes; de lo que se trata, mas bien, es de
ubicarlos de acuerdo al carácter de su aportación. De esta manera, puede
observarse que algunas proposiciones, más que conceptos, son tipos de región, ya
que simplemente se habla de atributos o factores que clasifican y dan identidad
a determinadas áreas geográficas, las cuales quedarán tipificadas en diferentes
formas con arreglo a un concepto que no se discute. Tal es el caso de los
propuestos por la Escuela Francesa. Sin embargo, es fundamental destacar la
indiscutible generalidad del concepto de homogeneidad, de acuerdo al cual
Boudeville desarrolló uno de sus tipos de región.
En cuanto a
otros aspectos, es de comentarse que, aún cuando las concepciones
convencionales se caractericen por su naturaleza ahistórica y aidelógica, la
verdad es que llevan implícitos estos elementos, pues aspiran a la
universalidad al postular como eterno el sistema social en cuyo seno fueron
concebidas. Esto se observa, por ejemplo, al revisar la contribución de Lösch,
quien asume una sociedad atomística carente de toda diferenciación y establece
la obtención de ganancias por parte del productor, como el motor que impulsará
la articulación territorial del sistema a través de la eficiencia en la
localización de los productores y en las líneas de transporte. En otras
palabras, se está hablando de la esencia misma del capitalismo, al cual se le
considera como un orden social inmutable. Al examinar el resto de las
aportaciones, podrá advertirse que cada una conlleva el tipo de formación
social a partir de la cual sus autores la concibieron. Sin embargo, al no
reconocer esto explícitamente, quedan sujetas a las limitaciones de todas
aquellas teorías que pretenden ser universales nada más sobre la base de
postular como eternos los supuestos de que parten.
Sin embargo,
es necesario aclarar que no por lo anterior este tipo de concepciones que
denominamos convencionales, pierden toda relevancia, ya que, en cada caso, se
producen aportes teóricos cuya validez se mide en función del propósito a que
sirven. Más bien debe situárseles en el lugar que les corresponde utilizarse
cuando nuestros objetivos de trabajo sean similares o congruentes con aquellos
que tuvieron sus autores al formularlos. Para los fines de una empresa privada,
el concepto de región no será otro que el de área de mercado (Lösch). En
cambio, para una dependencia gubernamental responsable de la implementación de
planes, la región plan o la región homogénea (Boudeville) serán las de mayor
utilidad para efectos prácticos, pues seguramente buscará una homogeneidad
administrativa posible, mediante la agregación de distritos, municipios o
estados.
En el caso del
tipo de región inspirado en la llamada Teoría de la Base Económica, cabe
observar que, si bien es aparentemente de alcance limitado, parte del hecho
irrefutable de que existe una división territorial del trabajo, toda vez que se
da la especialización del proceso productivo en determinadas partes de la
superficie terrestre. Esto último, a su vez, se apoya en el hecho, también
innegable, de que los recursos no están uniformemente distribuidos desde el
punto de vista geográfico, lo cual orienta en buena medida la ubicación de las
unidades de producción, cuando menos durante el proceso de ocupación del
territorio o aun después, como en el caso de las industrias extractivas. De
esta manera, se destaca el hecho objetivo de que, a nivel subnacional, no
existen regiones autosuficientes.
Al proponer
que una región se define por su organización en torno a sus actividades
productivas para la exportación, se hace resaltar la noción de comunidad como
elemento de identidad regional, lo que, en mi opinión, pudiera equivaler,
guardando las debidas reservas, a lo que la Escuela Latinoamericana plantea
como un subsistema social que se asienta en un área determinada. Claro que ésta
es una mera analogía que se sugiere a sí misma pero que en realidad no
constituye una equivalencia. Pero volviendo a la redefinición propuesta por
North, puede citarse el ejemplo de las regiones agrícolas de Sinaloa y Sonora o
a la industrial de Nuevo León, para comprobar la validez que para ciertos fines
tiene la noción de región productiva, validez que, sin embargo, se desvanece a
medida que el tamaño del área considerada es aumentado.
No hay duda de
que el segundo grupo de concepciones representa un avance respecto de las
contenidas en el primero, sobre todo a la luz de las necesidades y realidad de
los países latinoamericanos. Esto se apoya en que se trata de elaboraciones
realizadas más recientemente y a partir de la revisión crítica de estas
últimas, que aquí designamos como convencionales. Su validez proviene de que
sus planteamientos se originan en cuestiones más generales, como son las
relaciones entre naturaleza y sociedad y entre espacio y espacialidad y espacio
y territorio. Es decir, se parte de las condiciones materiales de existencia
del hombre y, además, se reconoce el carácter transitorio de las distintas
formas de organización social de acuerdo a las cuales se ha agrupado a lo largo
de la historia. El concepto de formación social asume un papel fundamental como
ordenador de las ideas acerca de las configuraciones que se van produciendo en
el territorio en distintos momentos históricos. Se destaca la necesidad teórica
de enfocar la atención hacia factores de mayor relevancia para conformar la
idea de región y, a la vez, para identificarla en la realidad geográfica,
logrando así superar las limitaciones de los criterios convencionales que
proponen atributos únicos de homogeneidad, o abstracciones, como la intensidad
de flujos para caracterizar a las regiones. El grado de desarrollo de las
fuerzas productivas, los modos de producción y su coexistencia, las relaciones
de dominación, la estructura política, las formas de acumulación, la
organización territorial de la reproducción de la fuerza de trabajo, etc., son
incuestionables los elementos que revelarán la realidad regional de un país, ya
que no sólo presentarán una imagen descriptiva (fotográfica) de lo que hay o
sucede en las distintas partes de su territorio, sino que, además, pondrán de
manifiesto las fuerzas que dieron origen a esa situación y a las que tienden a
mantenerla, además de que aportarán criterios para modificarla.
Las regiones
tendrán sentido sólo en tanto sean el escenario donde se asientan un
conglomerado humano y una colectividad de elementos naturales, ambos en
estrecha interrelación y formando un todo orgánico. Las definidas únicamente a
partir de los segundos, se reducirán, por lo tanto, a meras clasificaciones
geográficas relacionadas de acuerdo a clima, topografía, recursos, etc., sin
embargo, como lo advierte Coraggio, no debe confundirse a la región con los
elementos que la integran; esto es, con el grupo social que la habita o con los
elementos naturales que allí existen, sino que debe entenderse como la parcela
territorial en donde se alojan; esto es, como segmento de la realidad material
en donde tiene lugar su existencia.
En resumen, podemos establecer que el
concepto de región más completo a que podemos llegar, es sin duda, el que surge
de la integración adecuada de las
proposiciones de los aportes avanzados que se han revisado aquí. Como quiera
que se defina, constituirá un concepto
nuevo de mayor validez y generalidad que aquellos que le han servido como
antecedentes. Hará referencia a secciones de un territorio en cuyo seno está
asentado un grupo humano que es parte de una formación social más amplia,
general mente concebida dentro la noción moderna del estado nacional. De la que
también será una variante pero con un cierto grado de autonomía que le
permitirá, a su vez, constituirse en una
formación social distinta. Este grupo o subsistema social históricamente
determinado, imprimirá su sello particular a la organización de ese territorio,
lo cual resultará en formas espaciales concretas que no será otra cosa que la
regionalización de los distintos
procesos sociales. Su extensión, forma y posición relativa, no se explicarán
por leyes físicas, sino por las que gobiernan esos fenómenos sociales de
acuerdo al modo de producción dominante.
Como puede advertirse, aún en este concepto más
elaborado, la región se reduce, el último análisis, a una porción de la
realidad geográfica en cuyo interior prevalece alguno o algunos atributos que
le confieren la homogeneidad suficiente para distinguirse de otras y así tener
identidad y existencias propias. Esto significa, sin embargo, que toda revisión
realizada carezca de sentido, en vista que al final llegamos nuevamente a la
misma noción simple que tal vez se tenía al principio, sin necesidad de un
estudio complicado. Por el contrario en primer lugar, se ha destacado la
importancia cardinal de comprender cabalmente, qué es el espacio como categoría
y dimensión, así como la relación general entre formas espaciales y procesos
sociales a través de la noción de espacialidad. Asimismo, ha quedado señalada
la necesidad de entender que los fenómenos sociales tienen inherentemente una
dimensión espacial como condición primaria de su existencia. Por otra parte, se
ha intentado establecer la diferencia entre el término región, como vocablo que
denota la idea general de ámbito y, lo que de manera más específica constituye
el concepto de región en ciencias sociales, así como la distinción entre concepto
y tipo de región.
Al postular la especificidad del concepto en relación al significado del término, no se
intenta señalar un grado inferior de generalidad, sino destacar su respectiva
posición. En última instancia, la región constituye, por decirlo así, un
recurso conceptual que resume las diferentes consideraciones contenidas en este
ensayo, permitiendo lograr su comprensión, dado que, si bien se le utiliza
comúnmente para referirse a ámbitos
subnacionales, designa en general a las distintas partes de la realidad
geográfica donde tiene lugar la
existencia humana.
[1] Lipietz, A., El
capital y su espacio, Editorial Siglo XXI, México, 1979.
[2] Coraggio, J.L.,
Sobre la espacialidad social y el concepto de región, El Colegio de México,
Avances de Investigación, CEED, 3, 1979.
[3] Por señalarse.
[4] Unikel, L., Región,
escrito elaborado para definir el término para fines de diccionario, México,
1980.
[5] Perreoux, F., Economic space. Theory and applications. Quarterly
Journal of Economics. Vol. LXIV. 1950. pp. 90-97.
[6] Para un amplio
análisis de los trabajos de Boudeville, así como de Perroux y la Escuela
Francesa, ver, Darwent, D.F., Growth poles and centers in regional planning: a
review, en Friedmann y Alonso (Eds.). “Regional policy.
Readings in theory and applications”. MIT Press. 1975. pp. 539-563.
[7] Lösch, A., The nature of economic regions, en Friedmann y Alonso
(Eds.), op. cit. p. 97.
[8] North, D.C., Location theory and regional economic growth, en Friedmann
y Alonso (Eds.), p. 346.
[9] Coraggio, J.L., op.
Cit., p. 42.
[10] Ibidem, p. 44.
[11] Rofman, A.
Desigualdades regionales y concentración económica: el caso argentino.
Ediciones SIAP Planteos. Buenos Aires. 1974. P. 41.
[12] Moreno Toscano, A. y
Florescano, E. El sector externo y la organización espacial y regional de
México (1521-1919). Ponencia presentada en el IV Congreso Internacional de
Estudios sobre México. Santa Mónica, Ca. 1973.
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