La racionalidad en el proceso de paz colombiano
Un gran porcentaje de la población colombiana ha respondido desde el NO al anuncio del fin de la guerra acordado por el Gobierno Nacional y las FARC-EP. Inicialmente, se podría decir que esas personas prefieren la guerra. Sin embargo, esta decisión no es racional, entendiendo por decisión racional aquella que maximiza el bienestar de una persona o de un grupo de individuos, en forma independiente de la situación o del ámbito de que se trate. Jon Elster, teórico social y político noruego, experto en constituciones, establece que las personas no toman decisiones racionales por tres razones principalmente:
Foto: tomada de revistafal.com
En primer lugar, las
personas no toman decisiones racionales porque no tienen la información
suficiente o la que poseen es equivocada. Así, frente al proceso de
paz se ha venido produciendo y reproduciendo muchísima información que no es
cierta y que no corresponde con lo que realmente se ha acordado en La Habana
frente a los distintos temas que se han negociado. Además, pareciera que en la mayoría de la población nacional existe
bajo, y en ocasiones nulo, interés por enterarse de manera directa de
lo que sucede y se acuerda en los diálogos de paz que se llevan a cabo en la
actualidad, a través del acceso a la información pública.
En segundo lugar, las
personas no toman decisiones racionales porque sucumben a las emociones. En
este sentido, sentimientos o emociones como la venganza, el revanchismo y en
general el odio expresado de distintas maneras, así haga daño propio, es más
fuerte que el deseo de tener paz. Adicionalmente, muchas personas que no han
sido afectadas por el conflicto, sí han sucumbido a “odios” infundados de terceros, provenientes de tantos mensajes que invitan, de forma negativa, a
rechazar el proceso de paz con las FARC-EP, y se han convertido en verdaderos
“promotores” del NO a las conversaciones de La Habana sin ningún fundamento de forma
o fondo.
En tercer lugar, las
personas no toman decisiones racionales por ciertas creencias y costumbres. Se
dice popularmente que la costumbre hace norma, nos acostumbramos a vivir en
guerra, y “pareciera” que hace parte del diseño institucional formal e informal
del país. Pareciera también, por lo menos para una parte significativa de los
colombianos, que el imaginario de lograr vivir en un país en paz es imposible, y
que este propósito societal solo tiene cabida en los sueños de unos ciudadanos
idealistas.
El sueño de lograr la
paz y poder vivir en un país en esta condición, con todos los beneficios y
bondades que se derivarían del mismo, no puede ser solo el objetivo de un
gobierno y algunos grupos de ciudadanos, debe ser un propósito integral y
transversal para toda la comunidad nacional. Por supuesto, existe el poder de
discernir, de no estar de acuerdo, debatir y proponer, pero por la importancia mayor
de este asunto, debe hacerse dentro del marco del respeto y con la mayor
objetividad. Entrar en las trampas de la desinformación, la promoción del odio, creer que el pasado a través de la costumbre regirá nuestro porvenir, relacionar el proceso de paz con partidos y causas políticas únicamente,
no solo no es racional sino que le hacen enorme daño al presente y futuro del
país. Las generaciones de hoy tienen una oportunidad dorada para entregar a
las venideras un país en paz y con mejores niveles de desarrollo que los
actuales.
Carlos Rojas Arenas
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